Los Rolling Stones son una de las bandas más lucrativas del siglo gracias, en parte, a sus ingeniosas operaciones de marketing. Con motivo de su 50 aniversario, además de una larga gira por todo el mundo, editaron numerosas remasterizaciones de sus álbumes y pusieron a la venta distintos packs conmemorativos. Pero, entre tantos productos, se olvidaron de uno:Cocksucker Blues, un documental realizado por Robert Frank en 1972 que retrató la desatada vida de estrellas del rock que llevaban Sus Satánicas Majestades en los años 70 sin ningún tipo de censura. Por esta razón, la banda prohibió la circulación de esta cinta que, desde entonces, apenas ha sido vista.
Ayer mismo, el ciclo audiovisual Seducción y resistencia. En los límites del pop,que organiza el Museo Reina Sofía con motivo de la exposición de Richard Hamilton, se vio alterado por las exigencias de la banda. La anunciada proyección de la película de Robert Frank fue cancelada; en su lugar se proyectó Sympathy for the Devil, de Jean-Luc Godard, en un repentino cambio de planes.
El representante de la banda contactó con el museo y les dijo que no podía proyectarse la película
El Confidencial se ha puesto en contacto conJuan Antonio Suárez, comisario de la muestra, para conocer más detalles de lo ocurrido. “Pensábamos que ya no pesaba la prohibición sobre la película. Pero, un tiempo después de programarla, el representante de la banda contactó con el museo y les dijo que no podía proyectarse“.
Las condiciones que los representantes legales de la banda impusieron al Reina Sofía para proyectar Cocksucker Blues eran las siguientes: que formase parte de un ciclo en torno a Robert Frank, que no era el caso; o que estuviese presente el director de la película, que actualmente tiene 90 años y reside en Nueva York.
Ninguna de las dos opciones fue posible y, pese a que ya habían publicado el programa, los responsables del ciclo se vieron obligados a rectificarlo y disculparse ante el público.
El lado más oscuro de los Stones
El documental nace de la colaboración entre Robert Frank y los Rolling Stones durante la gira americana de 1972. El grupo volvía a ponerse a las órdenes de un documentalista tres años después de Gimme Shelter, rodada por Albert y David Maysles durante otra gira, en la que figuraba su polémico concierto en el Alamont Speedway Free Festival, donde un joven espectador afroamericano fue asesinado.
Fotograma de Gimme Shelter (1970)Fotograma de Gimme Shelter (1970)
“Tenían un aura de grupo diabólico por los eventos de Alamont, habían estado detenidos y estaban en pleno exilio, cansados del hostigamiento policial de Inglaterra. Fue entonces cuando encargaron la película a Robert Frank, una figura de culto en la vanguardia neoyorkina. De origen suizo, su trabajo se conoce principalmente por la fotografía, aunque también realizó varias películas”, nos comenta el responsable de la muestra.
El fotógrafo tenía libertad absoluta para filmar todo lo que hicieran los integrantes de la banda durante la gira. De hecho, se rumorea que existía el acuerdo de que si en algún momento le impedían capturar imágenes de algo, Frank dejaría el proyecto. El resultado fue una película que se desarrollaba casi enteramente en el backstage de la banda, entre estancias en hoteles, ensayos y juergas.
Vídeo: Fragmento del documental Cocksucker Blues

“A los Rolling no les debió gustar el resultado porque el filme muestra aspectos de su intimidad un poco sórdidos, como drogas y sexo. Una de las escenas más fuertes transcurre en la habitación de un hotel, donde una fan empieza ainyectarse heroína. Pero no es una película terrible y demoníaca, tiene mucha banalidad; se ve también el lado aburrido de una estrella del rock, ensayando todos los días, componiendo, etc.”, explica Juan Antonio Suárez, intentando buscar la causa de la prohibición.
Cuando los Rolling Stones vieron la cinta, quedaron tan horrorizados que denunciaron al artista para reclamar su parte de autoría. La situación acabó resolviéndose en una postura intermedia, como explica Suárez: “Bloquearon la posibilidad de exhibirla e impidieron su distribución, pero Robert Frank litigó e hicieron alguna concesión, como que la película podía proyectarse cinco veces al año, siempre con el director presente, lo que limitaba mucho las posibilidades de visionado”.
Tres décadas después, los Rolling Stones siguen empeñados en que (casi) nadie pueda ver el filme. Ni siquiera los espectadores de un ciclo de un Museo madrileño en pleno mes de agosto