Siempre son muchos los efectos y las causas que tienen que conjuntarse para que un acontecimiento feliz vea la luz del sol. Y el caso del cine del New Hollywood no es la excepción.
Por New Hollywood —o época posclásica de Hollywood[1]— se conoce al cine producido —más o menos, y sin excluir algunas películas anteriores y otras posteriores— entre 1967 y 1977: un cine único, sobresaliente, enigmático, atemporal, inquisitivo y crítico, que cambiaría en gran medida la estructura a la que el espectador promedio se había acostumbrado, durante todo lo que iba del siglo XX.
Una película que quiere atraer a todo tipo de personas es una película que yo no quiero ver. Bernardo Bertolucci.
El «cine posclásico» es un término que la crítica ha utilizado para describir al periodo que prosiguió al declive del «sistema de estudio» en los años 50 y 60,
y el final del código de producción. En New Hollywood se crearon nuevos productos con contenidos novedosos y, en cierto modo, contestatarios, que a la vez que rendían homenaje a la historia del cine, innovaban sobre los géneros y técnicas ya existentes, pero con gran fortuna, porque se lograba unir lo alternativo a lo comercial, y la mercadotecnia al arte, y además conjuntaban la frescura y la inocencia de los jóvenes creadores, con la escuela del viejo Hollywood y el cine de culto.
Los antecedentes
A finales de los años 60, los EE.UU. habían cambiado, y esto se reflejaría en su arte. Movimientos como el hippismo, el uso de la píldora, la liberación femenina
y la guerra de Vietnam reflejaron la incertidumbre, indecisión y paranoia del inconsciente colectivo que veía ante sus ojos la derrota, la crisis de valores, que cuestionaba profundamente a todas las instituciones, a la familia, el Estado y la Iglesia y, sobre todo, al American Dream; en ese momento, y de forma en cierto modo paradójica, la industria cinematográfica tuvo unminirrenacimiento al cambiar la forma de contar historias y de presentarlas al público.
Algunos directores del New Hollywood: Bob Rafelson, con The King of Marvin Gardens (1972); Robert Altman con The Long Goodbye(1973); Brian De Palma con Carrie (1976); Milos Forman con One Flew Over the Cuckoo’s Nest (1975) y Woody Allen con Annie Hall(1977).
Frédéric Martel, en su libro Cultura mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas, nos cuenta: «En la edad
de oro de los estudios, en los años 1920 y hasta finales de 1950, Hollywood era un sistema centralizado y verticalmente integrado. Los estudios organizaban todo el proceso de producción de un filme, desde el guión hasta la exhibición en las salas. Los productores, pero también los guionistas, los técnicos, directores y la mayoría de los actores eran asalariados con contratos a largo plazo. Todos trabajaban, en cierto modo, en una cadena, ya que el cine era visto sólo como una industria».[2] El mandato de los estudios era hacer películas que fueran rentables. La imagen de los EE.UU. definida por la ley, el gobierno, el matrimonio, la fidelidad, la familia, la gentileza, el trabajo duro, la justicia, la honestidad y la responsabilidad era la norma.
El desplome
En 1948, el Tribunal Supremo de los EE.UU. prohíbe la concentración, por lo que los estudios pierden su monopolio, y tienen que vender sus redes de salas de cine, con ello se ven forzados a limitarse a
la producción. Ahora cada película hecha por un estudio podía tener un reparto y equipo creativo completamente aparte, sin los requerimientos prototípicos que hasta entonces había tenido la industria. Esto, aunado a un público más maduro, provoca a su vez el desplome del Star System.[3] Así se pasa de la adoración inicial de los astros en la pantalla, a verlos ya como humanos falibles. Asimismo, muchos actores se rebelan contra los estudios, luchando por la titularidad de sus contratos y, por ende, contra la exclusividad que los acartonaba.
Como consecuencia, el número de películas en rodaje desciende bruscamente, y los estudios se centran
en producir entretenimiento que no pueda ser ofrecido por la televisión —que también habrá sido un factor determinante del desplome—: espectáculos, producciones con argumentos trascendentales —películas como Ben-Hur (1959), Lawrence of Arabia (1962), Cleopatra (1963) y Hello Dolly! (1969) dan cuenta de ello—; también se incorporan avances tecnológicos como el 3D, el Cinemascope y el Technicolor, pero aun con todo esto, en los años 60 las audiencias habían alcanzado los niveles más bajos.
Por otro lado, coincide con que los Baby boomers —que además eran más educados, pues entre 30% y 60% habían tenido estudios universitarios— empiezan a tener edad para ir al cine y, mejor aún, para hacer cine.
La oportunidad
Así, Hollywood decide jugarse el todo por el todo;
los estudios dan rienda suelta a las películas de y para jóvenes y con ello, a los nuevos directores, guionistas,
e incluso actores, se les da mayor control en todas
las producciones. Además, la mayoría de ellos ya no eran producto de la industria, sino que habían egresado de escuelas de cine —por ejemplo, Scorsese y Jim Jarmusch de NYU, Paul Schrader de UCLA y Coppola de USC—, y además habían estado influenciados, en gran medida, por la crítica cinematográfica tanto estadounidense —Pauline Kael, Andrew Sarris, Manny Farber— como europea, sobre todo la de la revista francesa Cahiers du Cinéma, que era la más importante de crítica cinematogrñfica en Europa y fue fundada en 1951 por André Bazin.
Muchos de estos directores habían tenido como mentor a Roger Corman, un director de películas serie B —algunos westerns y películas de terror, así como algunas adaptaciones de cuentos de Edgar Allan Poe—, que en su trabajo como productor de New Horizon Films había reunido a jóvenes talentos como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Peter Bogdanovich, Jonathan Demme, James Cameron y John Sayles, que hoy son directores de cinco estrellas, que reconocen la profunda influencia de Corman en su manera de hacer cine.
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