27.2.15

La música del cine



Fiel a su crítica pertinaz del advenimiento de la industria cultural y la sociedad de masas que retroalimentaba, Theodor Adorno receló también de las relaciones, a su juicio, poco confiables entre cine y música. Allá en los años 40 del siglo precedente, durante los cuales compendiaba el corpus analítico que hasta hoy ha tenido no inmerecida influencia en el acercamiento que la academia pueda hacer a la avasallante proliferación cultural a la que dio pie la posibilidad de la reproducción mecánica de las artes canónicas, y que comprensiblemente atemorizó a pensadores como Walter Benjamin, y ganó el desprecio de artistas tan encomiables como Francis Scott Fitzgerald. El doctor Adorno no querría sospechar, no se podría pedirle tanto, que ese Armagedón entrañaría respuestas de los mismo artistas, a saber, cineastas, escritores, músicos, creadores plásticos y sus epígonos en un craftmanship cada día más especializado.
Al cine se le ve como la séptima de las artes por contener a las seis previas; las artes del espacio, arquitectura, pintura y escultura; y las tres del tiempo, la música, la danza, la poesía. Primero fueron la música y la arquitectura, la primera choza edificada, el primer canto elevado ante la intemperie por entonces sin dios.
Declaraba más o menos recientemente, el conspicuo realizador estadounidense Jim Jarmusch:
“La música probablemente me ha dado mayor inspiración que cualquier otra forma (de arte) porque es la forma más pura, es como otro lenguaje. Cuando empiezo a escribir un guión pongo atención en la música, de modo que me estimule las ideas y la imaginación. Cuando, por ejemplo, trabajaba en Dead Man (1995) pensaba en las secciones instrumentales que Neil Young hacía con (la banda) Crazy Horse”.


Andrei Tarkovski no pudo titular mejor su libro Esculpir en el tiempo: eso es el cine, buscar la forma en el tiempo, con sentido rítmico y pictórico a una.
El profesor Adorno asistió a una etapa del cine en la que la música todavía no superaba, salvo excepciones, la función ancilar de la melodía en lo que él catalogaba mezquino “vida fotografiada”, sépase, el cine.
Pero, si bien la posteridad le ha dado la razón en mucho a parte del análisis pergeñado en La dialéctica de la Ilustración, es de lamentar, quizá, que Adorno y demás profesores de Frankfurt no vivieran más, para presenciar el desarrollo que la música ha tenido de la mano del cine, como artes simbióticas.
Nada más parecido a una partitura que un guión de cine: signos que prefiguran, disuaden a una realización (performance) impredecible en muchos aspectos.
Valga esta sumaria disertación para llamar la atención sobre cuatro grandes compositores de cine, cuya obra habrá de sumarse a la historia de la música, si tal cosa todavía existe. El campo de la creación musical se ha trasladado a las bandas sonoras del cine, en un mundo lleno de ruido.
Esos cuatro son: Carter Burwell, músico dilecto de los hermanos Coen, autor además de la partitura del último film del maestro Sidney Lumet, Before The Devils Knows You’re Dead (2007), gran orquestador y exquisito melodista de sólida formación clásica; Hans Zimmer, el extraordinario creador de músicas cinematográficas favorecido por directores como Cristopher Nolan, y cuya partitura para Interstelar(2014), la más reciente del cineasta de marras, deviene un corpus perfectamente continuo, sinfónicamente concebido (el compositor prefiere emplear la gran orquesta antes que los recursos de la electrónica); Steven Price, autor de las líricas atmósferas sonoras de Gravity (2013) de Alfonso Cuarón; y James Howard, compositor de la música de Nightcrawler (2014), en la que luce un acendrado bagaje clásico que funde estupendamente a las posibilidades sónicas del pop rock.
No en balde, figuras del ámbito de la música académica, directores de orquesta del canon sinfónico, voltean la mirada, tarde y apresurademente tal vez, al campo de la creación fílmica. ¿Estará ahí el camino que ha de transitar la historia de la música en adelante?



Amor homosexual

Sin orden de preferencia, 10 películas que retratan el amor homosexual postulando más preguntas que juicios. - ENFILME.COM


Sin orden de preferencia, 10 películas que retratan el amor homosexual postulando más preguntas que juicios.
Diferente a los demás 
Anders als die Andern, Richard Oswald, Alemania, 1919 

Wir sind nun einmal anders als die Andern...
Pues somos distintos a los demás
(estribillo de Das Lila Lied (1920), el primer himno gay , creado en la República de Weimar)
Promulgado en 1871, el párrafo 175 del código penal alemán llevó a la cárcel a miles de homosexuales alemanes acusados de "vicio innatural entre los hombres". En 1919, el director Richard Oswald y elDr. Magnus Hirschfeld –psicólogo y pionero sexólogo alemán-, crearon una película muda destinada a exponer lo injusto de este párrafo y a ayudar a liberar al "tercer sexo" de la persecución legal y el escarnio público. Anders als die Andern sigue a Paul Körner, interpretado por Conrad Veidt –el sonámbulo Cesare de Das Kabinet des Dr. Caligari–, un concertista de piano gay quien es chantajeado por un examante llamado Bollek –quien oculta su preferencia sexual-. Cuando el incipiente  romance entre Körner y un joven y guapo estudiante de música entra en conflicto con la extorsión de Bollek, Körner decide asistir a los tribunales alemanes de protección. Sin embargo, el párrafo 175 hace criminales a acusador y acusado, por lo que Körner deberá pagar su preferencia sexual con su carrera y su libertad. Enclavada en los controvertidos y libertarios años de la República de Weimar, ésta es quizá la primera cinta con temática abiertamente homosexual. Prohibida en el tiempo de su estreno y, posteriormente quemada por los nazis, hoy día existe por lo menos la mitad de su longitud original 
My Beautiful Laundrette 
Stephen Frears, Reino Unido, 1985 

Omar (Gordon Warnecke) no sólo se encuentra en medio de dos culturas (su natal Pakistán y su nueva casa, Inglaterra), sino también de dos formas de vivir (su padre es un periodista alcohólico; su tío, un exitoso hombre de negocios). El descarado tío, Nasser, insiste en que Omar debe encontrar una linda mujer con quien casarse, incluso propone a su propia hija. Sin embargo, el joven, cuando se encuentra con un grupo de punks callejeros, se acerca sin temor a su líder, Johnny (Daniel Day-Lewis) y lo saluda efusivamente. Los jóvenes fueron amantes durante su época estudiantil. Ante el reencuentro, Johnny abandona su banda para unirse a Omar y sacar a flote la lavandería que este último regenta. Un retrato de los habitantes de la Inglaterra moderna acompañado de un amplio estudio de contrastes: ricos y pobres, británicos nativos e inmigrantes, heterosexuales y homosexuales. Stephen Frears se muestra como un hábil explorador de los amores “ilícitos” y la sexualidad durante el régimen de Thatcher. Es la historia de dos hombres ajenos a la Londres moderna, como si se tratara de dos prendas sucias que no encajan en un limpio guardarropas. Aunque la relación de Omar y Johnny es el motor del relato, el realizador británico demuestra su gran habilidad para manejar muchos temas con gracia y corazón, otorgándole a cada uno el tiempo y espacio que merece.

My Own Private Idaho 
Gus Van Sant, Estados Unidos, 1991 

My Own Private Idaho de Gus Vant Sant enmarca, en el paisaje de un Estados Unidos marginal, en plenos años noventa, la historia de Mike (River Phoenix) y Scott (Keanu Reeves), dos jóvenes errantes, desplazados hacia ningún lugar, que sobreviven prostituyéndose mientras buscan en la árida carretera, en el collage de rostros de jóvenes callejeros que se cruzan en su camino, su propia vida. Mike vive entre encuentros sexuales tanto con hombres como mujeres, episodios de narcolepsia que lo dejan varado en medio del suelo y el incumplido anhelo de reconciliarse con su propio y dudoso pasado. La suya es una vida azarosa, arenosa –como la textura de la cinematografía de la cinta-. Aunque no es correspondido con la misma intensidad, Mike está enamorado de Scott, quien se asume gay solo por dinero. Él es el hijo de un alcalde, que se involucra en la “economía del cuerpo” como subversiva reacción en contra de su padre. La forma en que el personaje de Phoenix comparte paulatina y tímidamente sus sentimientos hacia Scott, despierta el fantasma universal del deseo no correspondido; quizá un escenario común en el cine gay, pero el Mike de Van Sant muestra la necesidad de hacerse de un territorio en el otro, que a menudo viene con el enamoramiento. Mike quiere una vida al lado de su idealizado amante, pero Van Sant es feroz y, a cambio, entrega un cuento nómada sin final feliz, donde el camino al amor está perpetuamente bloqueado para aquellos que vagan bajo la sombra de su profunda soledad por carreteras sin fin.

Before the Night Falls 
Antes que anochezca, Julian Schnabel, 2000 

Bajo la batuta de Julian Schnabel (La escafandra y la mariposa, 2007), Javier Bardem (No Country for Oldmen, 2007) da vida al controversial escritor cubano, Reinaldo Arenas, quien fuera acosado y perseguido por el régimen de Fidel Castro debido a sus preferencias sexuales. Arenas escribió las páginas de esta autobiografía mientras se escondía de la policía en un parque. Por este motivo, intentaba avanzar todo lo que pudiera antes de la puesta del sol, de ahí el título del libro que da nombre a la película. La historia confronta dos espectros de la homosexualidad, por un lado el desenfreno y el libertinaje (cuenta Arenas que en una ocasión tuvo relaciones con todos los soldados de un convoy) y por el otro, la represión casi genocida que se vivió durante los primeros veinte años de la dictadura revolucionaria en Cuba. La promiscuidad de Reinaldo no es un estereotipo más, él alguna vez estuvo dispuesto a amar al primer hombre –por quien se asumió como homosexual- pero al ser rechazado, adujo toda relación como un medio para obtener placer. Sólo en sus últimos años en el exilio, conoció el amor, asexuado, por un chico heterosexual.

La virgen de los sicarios 
Barbet Schroeder, España - Francia - Colombia, 2000 

Fernando Vallejo (Germán Jaramillo) gusta de la música clásica. “Me atraviesa el corazón” le confiesa a su amante adolescente, Alexis (Anderson Ballesteros), mientras intenta reeducarlo en sus extrovertidos gustos musicales. Después de 30 años, Fernando, el polémico novelista colombiano, ha vuelto a Medellín para morir. Le pesan las canas. Asiste a su realidad con pesadez, con hastío: le molestan los ruidos, la agresividad, el egoísmo. Solo le queda Alexis -dieciséis años, la mirada perdida, un sicario de gatillo ligero, su guía y acompañante, ese muchacho equivalente a Tadzio (la juventud y la vida) de La muerte en Venecia, para aferrarse a vivir. Entre la inmundicia, la sordidez, y el horror de la violencia en las calles de esa ciudad, entre delincuentes, iglesias y policías, tiene lugar esta historia de amor entre ese hombre maduro y ese muchacho que solo tiene un presente. Un amor puro, sin más interés que el estar el uno al lado del otro.

Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor 
Julián Hernández, México, 2003 

El errabundo recorrido sentimental por las calles de la Ciudad de México de Gerardo (Juan Carlos Ortuño), joven homosexual marginado que busca dar sentido a una carta que su examante le ha dejado, a través de su encuentro con una serie de personajes discapacitados para dar o recibir amor, es delicadamente retratado por la cinematografía en blanco y negro de la cinta de poético título, Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor. Heredero del cine de temática homosexual de Jaime Humberto Hermosillo, el debut de Hernández da testimonio de las ansiedades, deseos, anhelos y frustraciones en la vida de los hombres gay en el México contemporáneo, a través de un homosexual de origen indígena, hecho que manifiesta el doble problema que significa para un hombre no blanco, ser gay en una sociedad heteropatriarcal con estratificación racial. Los pasos sin rumbo por billares, cafeterías, terrenos baldíos o vías férreas del Gerardo de expresión impasible –que la cámara de Hernández se preocupa por enfatizar con abundantes close-ups-, recalca la soledad dejada por su amante, la esperanza rota de hallar afecto en los otros, y el drama que supone tratar de integrar coherentemente su identidad sexual así como sus antecedentes étnicos y sociales en un solo ser.

Brokeback Mountain 
Ang Lee, Estados Unidos, 2005 

Ennis Del Mar (Heath Ledger) le narra a su compañero, otro pastor de ovejas llamado Jack (Jake Gyllenhaal), que cuando era niño su padre se aseguró de que fuera testigo de un asesinato homofóbico. Cuando su padre le enseñó a odiar a los homosexuales, Ennis aprendió a reprimir sus deseos. Esa memoria de la infancia regresa siempre como fantasma para recordarle al hombre que debe odiar sus sentimientos. Ennis y Jack sufren, primero, una atracción física; después, un enamoramiento. Brokeback Mountain muestra la conexión de dos seres humanos cuando están expuestos al aislamiento, y también es el retrato del miedo; aquellas inseguridades de aceptarse a sí mismo y comprometerse a vivir con el otro debido a los tormentosos recuerdos que se expanden al contexto homofóbico y violento del presente de Ennis. Mientras más particular es en mostrar las motivaciones y temores de los protagonistas, el relato de Ang Lee se vuelve más universal. La tragedia podría ocurrirle a cualquiera; dos mujeres, o dos amantes pertenecientes a distintas religiones o grupos étnicos.

The Kids Are All Right 
Los niños están bien, Lisa Cholodenko, Estados Unidos, 2010 


A la gente le gusta llamarle “amor” al pegamento casi milagroso que mantiene fusionadas a las familias. Pero el secreto es más complejo que la combinación de esas cuatro letras. En The Kids Are All Right, a la desconocida fórmula de unidad, se le añaden varios grados de dificultad: no hay una mamá y un papá, sino dos mamás (Julianne Moore y Annette Bening); por ende, los dos hijos (cada uno de una de las madres) no viven con su papá. Eventualmente, los genes llaman, y ambos muchachos sienten la necesidad de conocer al padre (o donador de esperma), encarnado por Mark Ruffalo, que resulta ser una figura que introduce demasiada testosterona a este mundo en el que predominan los estrógenos. Él es encantador, exitoso, divertido, pero también egoísta, irresponsable e infantil. En definitiva no es alguien que pueda (por más que tres de los cuatro miembros principales lo deseen) encargarse de una familia. Los estragos que su presencia causa, llevan a las dos cabezas a preguntarse, a pesar de sus preferencias sexuales (pues una de ellas prueba que no tiene nada en contra de la bisexualidad), si podrán limar las asperezas para mantenerse unidas, si reencontrarán un orden que les otorgue suficiente importancia a cada una; una encrucijada a la que tarde o temprano la mayoría de las parejas llegan. Todo es relatado con humor y buenas actuaciones, en un ambiente ideal en la que no existen los prejuicios sobre la sexualidad. ¿Así sería si en nuestra sociedad aceptáramos sin tapujos los matrimonios gay y su posibilidad de adoptar?  

La vida de Adele 
La vie d’Adèle, Abdellatif Kechiche, Francia - Bélgica - España, 2013 


Adèle (Adèle Exarchopoulus) no tiene idea de lo que es estar enamorada hasta que ve a Emma (Léa Seydoux) cruzar la calle. ¿Qué es ese chispazo que hace que sus miradas se atraviesen entre sí? Es un misterio, como lo es el amor a primera vista. Su relación es abordada por la cámara con tal cercanía, que su homosexualidad no resulta demasiado trascendente. Viven el enamoramiento de forma bastante promedio: una llena los espacios vacíos de la otra. Se acompañan en el tiempo. Concuerdan y discrepan bajo un mágico colchón de tolerancia, respeto y admiración que, como sucede de vez en cuando, se va desgastando. El espectador podría olvidarse de que está siguiendo la historia de amor de dos personas del mismo sexo salvo en las polémicas escenas de cama en las que su director,Abdellatif Kechiche, se empeñó en encuadrar, alumbrar y coreografiar los cuerpos de dos mujeres para resaltar su belleza y sensualidad. Esto molestó a muchas lesbianas que veían en estos encuentros más calentura masculina que realidad. Pero Kechiche –que bien sabe lo que hace– se adelantó a las críticas y en la misma película defendió la estetización del placer femenino como un derecho del artista. Definitivamente La vida de Adèle no es una película que se canse ondeando los colores del arcoíris, y eso la hace todavía más trascendente: apela al amor universal, no al amor gregario, a través del encuentro fulminante de dos mujeres.

El extraño del lago 
L'Inconnu du lac, Alan Guiraudie, Francia, 2013 


Franck (Pierre Deladonchamps) es un asiduo visitante de un lago de la campiña francesa, una zona de cruising (encuentros sexuales furtivos con desconocidos) para homosexuales. A la orilla de esa laguna, Franck conoce a Michel (Christophe Paou), un hombre misterioso y atractivo del que se obsesiona. En ese mismo lugar, Franck conoce a Henry (Patrick d’Assumçao), un tipo solitario y regordete con el que establece una relación de amistad. Un crimen perpetrado a manos de Michel, cambia totalmente la percepción que del lugar, los personajes y la naturaleza que habíamos comprendido hasta entonces. Franck comienza a sentir más que el simple deseo sexual por él a pesar de saber que podría estar en peligro. Alain Guiraudie plantea el conflicto del amor y el deseo, a través de tres hombres homosexuales con diferentes sentimientos, necesidades y conflictos (Franck, Michel y Henri), unidos por un amor concebido de tres maneras distintas: el liberal, el obsesivo y el romántico, respectivamente; que los conduce a la tragedia del no amado, el no exclusivo y el no correspondido.

Cómo aprovechar la hora mágica



Gyula David explica qué es la llamada “hora mágica” para la cinematografía y cómo aprovecharla, en un tutorial realizado por estudiantes de la Escuela Nacional de Cine de Venezuela.
David es profesor de la ENC y presidente de la Venezuelan Society of Cinematographers. Tiene una vasta carrera en la publicidad y en largometrajes de ficción.


26.2.15

Estrenos en Venezuela LAS MEJORES DE 2014

Amor 1

‘Amor’, film francés del austriaco Michael Haneke (a la izquierda junto a Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant), se estrenó finalmente en Venezuela a mediados de 2014.


2014 fue un año productivo, en cuanto a estrenos en Venezuela. A pesar de que no han debutado todavía piezas notables como Magia a la luz de la luna, de Woody Allen, Conducta, del cubano Ernesto Daranas,Hoje eu quero voltar sozinho, del brasileño Daniel Ribeiro, De tal padre tal hijo, del japonés Hirokazu Koreda, Omar, del palestino Hany Abu-Assad, Tierra en la lengua, del colombiano Rubén Mendoza,Club Sándwich, del mexicano Fernando Eimbcke, Gloria, del chileno Sebastián Leilo, El desconocido del lago, del francés Alain Guiraudie, La jaula de oro, del mexicano Diego Quemada-Diez, Los sabores del amor, del indio Ritesh Batra. Ilo Ilo, del singapurense Anthony Chen, y tantas otras estrenadas en otros países. A pesar de estas ausencias, el año ofreció por lo menos una veintena de películas se destacaron del grueso flujo comercial. En mi selección personal figuran una irlandesa-británica, nueve norteamericanas, una franco-iraní, dos argentinas, dos hispano-venezolanas, dos italianas, dos polacas y dos francesas. Las he organizado de acuerdo con sus fechas de presentación. Están acompañadas de mi comentario a la hora de su debut.
Philomena, de Stephen Frears. En el Festival de Venecia del año pasado, una película británica ganó el premio al mejor guion y atrapó la atención del público de una manera especial. Recibió aplausos generosos durante las proyecciones en la Mostra, tanto por su dramática historia, basada en hechos reales, como por el trabajo de la gran actriz inglesa Judi Dench y la dirección de Stephen Frears. Sobre la base del libro The Lost Child of Philomena Lee, del periodista británico Martin Sixmith, el realizador irlandés reconstruyó el caso real de una anciana que decidió buscar a Anthony, el hijo que cincuenta años atrás le habían arrebatado cuando era una adolescente, para ser adoptado por un matrimonio norteamericano. Tras ser repudiada por su familia, vivió y trabajó en una abadía de Irlanda. Ese es el principio de una historia dramática pero fascinante que ha sido postulada para cuatro premios de la Academia: mejor película, mejor actriz principal, mejor guion adaptado y mejor música.
El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese. Delirante, desmesurada, desaforada, así ha sido calificada El lobo de Wall Street, una de las favoritas para la próxima entrega del Oscar y una de las películas más comentadas del año pasado. La vigésima tercera obra de Martin Scorsese se revela como una de las mejores de su trayectoria, al mismo nivel de Taxi driver (1976), El toro salvaje (1980) o Buenos muchachos(1990), las tres sobre el mundo de la violencia en sus distintas manifestaciones. Con su nuevo film completa esa visión del delito de una manera muy particular, en la medida en que su fuerza expresiva no se fundamenta en el enfrentamiento entre gangsters ni en el submundo del crimen urbano, sino en el abuso de las adicciones, en especial al dinero, las drogas y el sexo. Se basa en la historia real de Jordan Belfort, desde su ascenso como corredor de bolsa y sus extravagancias en el tope de su éxito hasta su caída en medio de la locura y la corrupción, todo a la vista del gobierno federal. Belfort recogió esta experiencia en un libro de memorias que originó el guion de Terence Winter, muy conocido por sus libretos para Los Soprano. El director neoyorquino volvió por sus fueros con una historia muy impactante que le ha valido cinco importantes postulaciones al Oscar: película y director para él mismo, actor principal para Leonardo DiCaprio, actor secundario para Jonah Hill y guion adaptado por Winter.
Blue Jasmine, de Woody Allen. Woody Allen regresa al drama y a su país —después de filmar varios años en Europa— para narrar las desventuras de Jasmine, una mujer rica y glamorosa de la alta sociedad de Nueva york, quien de pronto se queda sin dinero y sin casa cuando su millonario marido Hal es acusado de estafa y condenado a prisión. Da un salto a la nada, sin referencias ni recursos. Decide entonces mudarse a un barrio pobre de San Francisco a vivir con su hermana Ginger, una mujer de clase trabajadora que vive con su novio en un pequeño apartamento. Jasmine, que atraviesa el momento más crítico de su vida, se dedica a tomar antidepresivos y martinis y a evocar inútilmente su antigua vida en Manhattan. En esta trama relativamente sencilla se revela una parábola sobre la mentira y las distintas maneras de creer en ellas. Porque las promesas de la mentira ayudan a sobrellevar la desgracia y los rincones de la memoria constituyen un refugio ante la realidad. Blue Jasmine se revela como una obra notable del viejo realizador neoyorquino que evoca algunos de sus dramas memorables como Hanna y sus hermanas(1986), Crímenes y pecados (1989), Maridos y esposas (1992) y Match point (2005). La clave de todos ellos reside en el engaño como recurso de la mentira y en la crítica a la ética que se acomoda a situaciones extremas.
El club de los desahuciados, del canadiense Jean Marc Vallé, con guión de Craig Borten y Melisa Wallack y con las actuaciones de Matthew McConaughey, Jennifer Garner y Jared Leto. Dallas, 1985, el drogadicto vaquero Ron Woodroof es diagnosticado con sida y le dan treinta días de vida. Ese es el punto de partida de una cruzada personal para proveer de tratamientos alternativos a través del llamado Club de Consumidores de Dallas que es perseguido por Administración de Alimentos y Medicamentos. Magnífico drama sobre los prejuicios homofóbicos y la corrupción de la industria farmacéutica en la era Reagan.
Ella, de Spike Jonze. Ella es una historia de amor situada en un futuro impreciso y en una ciudad homogeneizada. Thedore es un hombre solitario, deprimido, que vive la etapa final de su divorcio. Su trabajo consiste en escribir cartas para otras personas, es decir, situarse en los afectos y los intereses de otros seres humanos, no en los propios. Es un trabajo técnico que ejecuta muy bien. Pero no logra establecer una nueva relación de pareja. Su vinculación cotidiana con el mundo se reduce a sus herramientas virtuales. Todo lo hace con la pantalla que cabe en su mano. Un día decide adquirir el nuevo OS1, el primer sistema operativo con inteligencia artificial. Piensa, tiene voz propia, aconseja, reflexiona y, lo mejor, tiene sentimientos. Se llama Samantha, es obviamente femenina y comparte las penas, pensamientos, confesiones y deseos de Theodore. Todo el día hablan, se conocen, se acompañan, se enamoran. Hacen el amor. Hasta sienten celos. Se cumple el sueño enajenado entre el hombre y la máquina, entre el ser humano y la creación de su mente. Ya lo dije: una historia de amor. ¿Qué hubiese dado Phillip K. Dick por escribir una historia como ésta? O el mismo Isaac Asimov. Pero la concibió y desarrolló Spike Jonze, uno de los cineastas más particulares e interesantes del cine norteamericano actual, a partir del anhelo de la felicidad. Tema muy viejo pero siempre vigente.
12 años de esclavitud, de Steve McQueen, con guion de John Ridley y las actuaciones de Chiwetel Ejiofor, Michael K. Williams, Michael Fassbender, Lupita Nyong’o y Brad Pitt, Un drama histórico con tendencia al realismo crudo que expresa la indolencia humana asentada en la esclavitud (…) Se fundamenta en una historia muy sólida, unas actuaciones de largo aliento y, sobre todo, un estilo narrativo de mucha fuerza y originalidad por parte del director inglés McQueen.
Wakolda, de Lucía Puenzo. Con Wakolda (El médico alemán, 2013) la directora argentina se ha sumergido en las oscuras aguas de la historia y la ficción, a partir de la presencia clandestina en Argentina de Josef Mengele, médico alemán y funcionario de las SS hitlerianas, trágicamente célebre por su experimentos de la genética humana en los campos de concentración. El Ángel de la Muerte huyó a Sudamérica tras la derrota nazi y se ocultó primero en Bariloche y luego en varios lugares de Brasil. Puenzo tomó estos elementos y construyó una trama de suspenso en torno a las relaciones entre un extraño médico alemán y una familia argentina propietaria de un hotel turístico a mediados de 1960. Ese mismo año otro criminal de guerra nazi, Adolf Eichmann, fue secuestrado en Buenos Aires por un comando del Mossad el 11 de mayo y llevado a Israel el 20 de ese mismo mes, en medio de un gran escándalo diplomático, donde fue enjuiciado y ejecutado en 1962. En cambio, Mengele pudo escapar de Argentina rumbo a Brasil, donde falleció en 1979.
Balada de un hombre común, de Ethan y Joel Coen. Cuando concluye la proyección de Balada de un hombre común escuchamos una vieja canción de Bob Dylan, desgarradora, triste y sincera. El tema musical ilustra perfectamente el espíritu de una generación de creadores norteamericanos que a finales de los años cincuenta simbolizaron el desencanto individual en medio de la plenitud de una economía boyante y provocadora. EEUU se había convertido en la gran potencia mundial indiscutible. Quince años después de la liberación de Europa del nazismo y de su repartición con la Unión Soviética, el American dream poseía una vigencia planetaria. Pero allí, en las calles de las urbes estadounidenses, se gestaba la generación beat en los campos de la literatura y la música, con la presencia de escritores como Allen Ginzberg (Aullido, 1956), Jack Kerouac (En el camino, 1957) y William Burroughs (El almuerzo desnudo, 1959) y de cantantes folks como Joan Báez y el propio Dylan. Este sentimiento beat down —abatido— derivó luego en el plano del rock con las canciones de dos condenados: Jim Morrison y Janis Joplin. En este marco histórico se ubica la más reciente película de los hermanos Ethan y Joel Coen, inscrita en su vertiente dramática, tan distinta a la de comedia. Si tuviésemos que definirla en una frase sería ésta: elogio del perdedor.
Los hombres libres, de Ismaël Ferroukhi. El realizador francés de origen marroquí Ismaël Ferroukhi expone en Los hombres libres una página poco conocida de la historia de la comunidad musulmana francesa. En 1942, en el París ocupado por los nazis, el joven inmigrante argelino Younes vive de las actividades ilegales del mercado negro. Detenido por la policía, se compromete a espiar en la mezquita de la capital de Francia a cambio de su libertad. Las fuerzas de ocupación sospechan que Si Kaddour Ben Ghabrit, rector de la mezquita, emite documentos falsos a judíos en la resistencia y los hace pasar como islámicos. Allí conoce a Salim Halali, un joven cantante argelino de quien se hace amigo. Pronto descubre que Salim es judío. A pesar de los riesgos, Younes decide terminar su colaboración con la policía. Frente una barbarie que lo rodea, Younes, el trabajador inmigrante y en peligro, se convierte en activista de la libertad. Esta historia de suspenso es una de las favoritas del 28° Festival de Cine Francés.
Pelo malo, de Mariana Rondón. Un niño vuelve a ser el personaje central de un film de Mariana Rondón. Como en A la medianoche y media (1999) y Postales de Leningrado (2007), la trama de Pelo malo (2013) está contada desde la edad de la inocencia. Su primera escena y también la última —que no pienso contarles— son esenciales para aprehender este drama sobre la infancia y el futuro de un pequeño de nueve años, en la sociedad venezolana de hoy. Presente y porvenir son las claves de la historia de Junior, marcada por la relación conflictiva que mantiene con su madre, la aspiración de cantar como Henry Stephen y por el deseo de alisar su cabello hirsuto para la foto de la escuela. Como contrapartida se halla Marta, su madre, una viuda joven con un bebé, que ha perdido su empleo como vigilante y que trabaja por días como doméstica para levantar a sus varones. Junior y Marta son rostros perdidos de una multitud anónima e irregular en una Venezuela que —como parte de su anécdota— asiste a la agonía de Hugo Chávez en 2012. Un país sumergido en la pobreza, el desempleo y, sobre todo, la intolerancia en sus múltiples vertientes: sexual, social, de género.
César debe morir, de Vittorio y Paolo Taviani. Los presos de la cárcel Rebibbia, en las afueras de Roma, cambian las paredes de sus celdas por un escenario. Un director de teatro ha propuesto al director de la prisión preparar una obra protagonizada por los reclusos. Se trata de Julio César, de William Shakespeare. Durante unos meses se sumergen en los textos del dramaturgo inglés explorando áreas de sus vidas internas nunca antes observadas. El trabajo es duro: leer, aprender de memoria, ensayar. Pero las ganas de vivir algo nuevo son mayores. El drama sobre la conspiración contra Julio César, su asesinato y las consecuencias, abrió una nueva perspectiva en sus vidas. Entonces, entran en escena los Taviani, quienes filmaron esa experiencia con una propuesta muy honesta, en busca de la observación de aquellos hombres, casi todos condenados a cadena perpetua, por delitos terribles, y vinculados con la Mafia, la Camorra, la ‘Ndrangheta y otras organizaciones criminales. Los directores sostienen un delicado equilibrio entre la ficción teatral, los ensayos y los registros documentales, eludiendo las continuidades narrativas y cronológicas. El tinte documental de la película se encuentra en el gran trabajo de traducción del texto clásico al napolitano, el siciliano y el dialecto de Pouilles.
La gran belleza, de Paolo Sorrentino. Desde el año pasado el nombre de Paolo Sorrentino está presente en las crónicas de cine de Europa gracias a La gran belleza, consagración de este realizador napolitano, obra plena de grandeza visual y sonora imposible de ignorar. Su trama observa el periodo de crisis existencial vivido por Jep Gambardella, periodista de éxito en la crónica mundana de la Roma esplendorosa y eterna. Alguna vez en su juventud publicó una novela importante y se convirtió en una promesa de la literatura italiana. Promesa diferida y nunca cumplida. Durante décadas se dedicó a cultivar la frivolidad de sus congéneres, a vivir de la noche y los placeres y a dilapidar su inteligencia en lo banal, lo intrascendente, lo cotidiano. Como la fiesta de su cumpleaños número 65, habitada por un zoológico humano y celebrada en la terraza de su casa, desde donde se divisa el Coliseo. Esas primeras imágenes definen el tono y la esencia de un film hermoso y dramático, ganador del Globo de Oro y del Oscar 2014 como mejor película no hablada en inglés además del premio correspondiente de la Academia británica. Una consagración.
El pasado, de Asghar Farhadi. Vayamos directo a la trama para después entrar en las interpretaciones de esta historia intensa, íntima y muy centrada en torno a los compromisos afectivos de una familia no tradicional. Tras cuatro años de separación, el iraní Ahmad regresa a París desde Teherán, a solicitud de su esposa francesa Marie, para formalizar su divorcio. Ella prevé su boda con Samir, quien tiene a su esposa Celine en coma, tras un intento de suicidio. En una casa de las afueras parisinas viven Marie y sus hijas Lucie y Léa con Samir y su pequeño hijo Fouad. En ese lugar no hay armonía. Se vive un drama muy fuerte, sustentado en un secreto, El pasado acecha. En breves días, Ahmad percibe la relación conflictiva que Marie mantiene con Lucie, adolescente, pero también con los otros miembros de la familia. El hombre que acude desde lejos a firmar su divorcio se convierte en el catalizador de los resentimientos entre esos seres humanos. Pero no hay secretos eternos. El ayer vuelve y todo se sabe. Palabra más, palabra menos, esta es la médula de El pasado, el nuevo film de Asghar Farhadi, el realizador iraní que sedujo al mundo con Una separación. En esta oportunidad, Farhadi vuelve a un drama familiar de consecuencias abiertas, no finitas.
Nebraska, de Alexander Payne. Las películas de Payne son muy peculiares, en especial Las confesiones del Sr. Schmidt (About Schmidt2002), que recibió el Globo de Oro como mejor guion, Entre copas (Sideways, 2004), merecedora del Oscar y del Globo de Oro como mejor guion adaptado, y Los descendientes (The descendents, 2011), galardonada como mejor película en el Globo de Oro y como mejor guion adaptado en el Oscar. Es decir, no le han faltado reconocimientos a su labor creadora. En estos filmes ha explorado las contradicciones y los miedos de los seres humanos en situaciones de conflicto. El realizador norteamericano de raíces griegas trabaja a sus personajes con comprensión, sin juzgarlos, a partir de sus debilidades, ya sea el jubilado que no sabe qué hacer con su vida o el hombre divorciado que no acepta que su esposa lo ha dejado o el marido que fatal y accidentalmente descubre la infidelidad su mujer. Dramas muy íntimos sobre seres humanos comunes y corrientes. Algo similar ocurre en Nebraska(Nebraska, 2013), su obra más ambiciosa que fue postulada a seis Oscars, incluyendo película, director y actor principal para Bruce Dern. No ganó ninguno pero los merecía todos. Film sobre las dudas y los temores de la vejez que se mueve en la ambigüedad y que lleva al espectador de una emoción a otra.
Amor, de Michael Haneke. Hay películas que no se parecen a nada. Dos años ha tardado Amor en estrenarse en Venezuela (…) Una película que habla del amor de manera insólita y a la vez íntima. Un homenaje al acto último de la vida que reivindica las razones del amor (…) Amor, como lo expresa su título, narra una historia de amor —que tiene mucho de belleza y también de tristeza— desde la perspectiva de la relación de una pareja. George y Anne conforman un matrimonio de ancianos que han pasado toda una vida juntos. Ya en sus ochenta y tantos años, ambos comparten sus gustos y aficiones como profesores de música jubilados. Viven en un apartamento en París donde escuchan a Schubert, reciben a alumnos y admiradores, toman sus medicinas y se alimentan con frugalidad. De pronto, la sombra de una enfermedad amenaza el orden que han construido. Anne comienza a ceder sus rasgos vitales mientras George intenta atenderla lo mejor posible. La vejez es muy cruel, pero no invalida el amor entre ellos. En particular porque George está consciente de lo que sucede y sabe que la muerte es inminente. Entonces procede a realizar su último acto de amor antes de tomar su propio camino.
El Grand Hotel Budapest, de Wes Anderson. En el marco del 12° Festival de Cine Independiente de EEUU debutó El Grand Hotel Budapest, última expresión estética de Wes Anderson. Sobre la base de los textos del austriaco Stefan Zweig, el nuevo film del autor de Moonrise Kingdom y Los Tenenbaums, entre otras, propone una deliciosa farsa centro-europea con un puñado de personajes extraordinarios. Como en todas sus películas, el director estadounidense sorprende por su agudeza y elegancia en esta extraña combinación de comedia, romance e ironía (…) Anderson propone una historia rocambulesca que combina traiciones, crímenes, persecuciones, fugas de prisión, historias de amor e incluso enfrentamientos con fuerzas fascistas, con una estética muy propia de este realizador norteamericano. Desarrolla su poderío visual con una elegancia narrativa que va de una secuencia a otra añadiendo valores a la historia. El tiempo pasa de forma aparentemente caprichosa pero todo es coherente. Sus personajes funcionan como símbolos que alternan personalidades muy diversas.
La distancia más larga, de Claudia Pinto. Hay una idea medular que atraviesa el film y se expresa en sus tres personajes principales: el derecho a elegir. Que implica la libertad de decisión. Es una idea y también una emoción. La siente Martina, la española de sesenta años que padece una enfermedad terminal y que elige retornar desde España al Roraima, en la Gran Sabana, para morir en el lugar donde años atrás había sido feliz. Su nieto Lucas, de apenas doce años, también decide dejar Caracas e ir a Guayana en busca de una abuela que no conoce. Asimismo, el aventurero Kayemó opta por ayudar a un niño desconocido a cumplir su sueño. Esa capacidad de elección funciona como un catalizador de los cambios que se operan en ellos. Todos serán distintos, harán lo que escogieron y seguirán sus propias vidas… largas o cortas. El primer largometraje de la venezolana Claudia Pinto revela una aguda madurez reflexiva sobre el sentido de la existencia. No importa si es la de un chiquillo, la de una anciana o la de un joven sin rumbo. Su historia es la del momento de la verdad, cuando se toman decisiones importantes, cuando la posibilidad del error es una realidad pero también la probabilidad de hacer lo correcto. Tal vez en esa idea medular resida la conexión emocional que esta película establece con el público.
Relatos salvajes, de Damián Szifrón. Con esta película no existe impunidad posible. Todos estamos condenados. Esta película nos pone a pensar en el vecino, el de más allá y en nosotros mismos. Donde se ha presentado ha causado un impacto notable, no sólo por el punto de vista estético de su autor sino por el fondo de sus planteamientos. Desde que compitió en la Sección Oficial de Cannes de este año ha generado una discusión apasionada sobre la naturaleza humana, si es que podemos definir tal cosa (…) Relatos salvajes es el tercer largometraje del argentino Damián Szifrón, director que se ha caracterizado por el uso del humor negro para narrar ciertas historias que rozan lo insólito, como en El fondo del mar (2003) y Tiempo de valientes (2005) y en las series de televisión Los Simuladores (2002-2003) y Hermanos & Detectives (2006) que tuvieron mucho éxito en Argentina. Después de varios años sin presentar film alguno ofrece estos seis cortometrajes independientes —bajo el empaque comercial de un largometraje— cuyo único nexo se halla en la alteración de las conductas de sus personajes por diferentes motivos pero siempre en situaciones normales que devienen en absurdas. Allí se encuentra la unidad temática y estilística de este extraño y contundente trabajo. Lo más importante reside en la inquietud que genera en el espectador alrededor de estos cuentos de la locura corriente. Y nadie sale impune.
Walesa, de Andrej Wajda. Ganador del Oscar de la Academia de EEUU y del Oso de Oro del Festival de Berlín, el maestro polaco Andrej Wajda tenía una deuda con el hombre que estuvo a la cabeza de un sindicato ilegal en los años setenta en Polonia y lideró la huelga general que en 1980 retó la autoridad de Edward Gierek, secretario general del Partido Obrero Unificado Polaco y del primer ministro Wojciech Jaruzelski y cuestionó la supremacía de Leonid Brezhnev como hombre fuerte en la Unión Soviética. Ese hombre, después premio Nobel de la Paz en 1983 y presidente de Polonia de 1990 a 1995, constituye el personaje principal de Walesa, la esperanza de un pueblo (2013), la más reciente película de un cineasta universal notable sobre un líder mundial también notable.
Ida, de Pawel Pawlikowski. Gracias al Festival de Cine Judío de Caracas y a la Embajada de Polonia podemos disfrutar una de las películas más importantes del cine contemporáneo de ese país. Ida, del realizador británico de origen polaco Pawel Pawlikowski conmueve al contar la historia de Anna, una novicia que en la Polonia de 1960 está a punto de tomar sus votos como monja y se encuentra de pronto en una situación desconocida que exige tomar una decisión de mucha importancia. Casi por azar descubre a Wanda, una tía desconocida, abogada y funcionaria del Estado comunista, quien le revela un secreto pasado de su familia durante la ocupación nazi. Esa chica —huérfana desde su temprana niñez y criada en un convento— ha desarrollado una vocación religiosa muy sólida. Pero descubre también que su tía Wanda es judía y que su familia era judía, ergo, ella es judía. De hecho, su nombre verdadero es Ida. ¿Cómo puede tomar, entonces, sus votos como católica? Ida se destaca por su intensa belleza dramática y plástica, en blanco y negro, por su narración sobria y expresiva, por el uso del tempo cinematográfico y el preciso dibujo de sus personajes. Décimo largometraje de Pawlikowski, trabaja el conflicto íntimo de un personaje que representa el valor del pensamiento religioso —ya sea católico o judío— en un mundo carente de esperanza. Las dudas de Anna afloran en un viaje con su tía hacia el pasado, en busca de la verdad y de las grandes decisiones. Realmente es un viaje en busca de sus propias verdades.
Perdida, de David Fincher.Cada film de David Fincher es un acto de revelación del lado oscuro de los seres humanos. Cuando en 1995 estrenó su segundo largometraje, la inquietante Seven, estableció las bases de un estilo expresivo y de unas preferencias temáticas que se desarrollarían en diversas películas con muy distintos ambientes. El club de la pelea (1999), Zodiac (2007), El curioso caso de Benjamin Button (2008), La red social (2010) y hasta una adaptación de Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres, la primera novela de Stieg Larson, que se tituló en estas tierras La chica del dragón tatuado (2011), demuestran su visión incisiva sobre las conductas individuales en determinados entornos sociales. ConPerdida (2014) vuelve a plantear el juego de las apariencias y la realidades —a través de una trama compleja pero lógica— sobre la base de la exitosa novela de Gillian Flyn, quien se encargó de elaborar el guión de uno de las mejores trabajos de este director

El cine y la realidad LISTA DEL TERROR, por Rodolfo Izaguirre

El exorcista 1

El Exorcista’, 1973, de William Friedkin, fue elegida como la gran película del terror por los jóvenes ingleses convocados por el crítico Adam Sherwin.

En la noche, ¡los muertos en vida emergen de sus tumbas y vienen hacia nosotros sedientos de sangre y ávidos de carne humana…! En el cine, el terror es moneda de uso corriente. No hemos nacido y ya el terror cinematográfico se ha apoderado de nosotros…
Esta fue la apreciación del crítico inglés Adam Sherwin cuando dio a conocer las 25 películas más terroríficas que los jóvenes cinéfilos ingleses seleccionaron entre 2.000 títulos. Como toda lista, (¡y se han hecho muchas!), ésta resultará tan arbitraria como cualquier otra.
Psicosis, la célebre película de Hitchcock, figura en octavo lugar. Los pájaros, en el puesto 18; Sé lo que hicieron el pasado verano en el 20 y Candyman en el 25.
Lo asombroso está en que muchas de las películas seleccionadas existían antes de que estos jóvenes ingleses vinieran al mundo o soñaran en nacer; como si sus preferencias cinematográficas provinieran de un más allá que no puede estar muy lejos de sus respectivas fechas de nacimiento, de sus propias cunas; como si antes de nacer ya estuviesen estos adolescentes prefigurando sus personales deleites de terror esperando por la Linda Blair de El Exorcista; por Laurie, la cuidadora de niños de Halloween y por el niño de seis años que asesinó brutalmente a sus padres. Es como si anhelaran encontrarse frente al psicópata de la calle Elm que asesinaba primero a los adolescentes en sus sueños y luego los remataba en la vida real.

Las primeras manifestaciones terroríficas del listado son, en orden de preferencia, El Exorcista, 1973, de William Friedkin; Halloween, 1978, de John Carpenter; El resplandor, 1980, de Stanley Kubrick; Pesadilla en la calle Elm, 1984, de Was Craven; Alien, 1979, de Ridley Scott; El cazador, 1963, de Robert Wise; Un lobo suelto en Londres, 1981, de John Landis; Psicosis, 1960, de Alfred HItchcock; y Tiburón, 1975, de Steven Spielberg.
Hay, desde luego, insomnes deidades del terror que inspiran compasión por sus desventuras: la Momia del joven faraón deambula bajo la luz de la luna y se ve obligado a matar para poder vivir mientras busca a Ananka, la princesa egipcia muerta hace más de 3.000 años y a la que amó bajo el sol del desierto. El inocente monstruo de Frankestein, obra de un científico perverso, desconoce la maldad; el desdichado Larry Talbot es el único en sentir remordimientos porque se sabe víctima de una maldición que lo obliga a convertirse en lobo y vagar en las noches de luna llena matando a dentelladas a las personas que encuentra; Drácula, el Voivoda, está condenado a no poder verse en los espejos, a ser una sombra de su propia sombra arrastrando por la eternidad una muerte en vida sin conocer el amor.

En la hora bolivariana consideraría ocioso preguntarme cuáles serían las películas que integrarían mi listado de terror porque me he convertido en la captahuella del terror. Lo prueba el clima de espanto que me enmudece el alma: la angustia de perder la vida por alguna miserable banalidad; ver morir a mis amigos y seres queridos a manos de los malandros, de un guardia nacional o de algún policía bolivariano; agonizar en la cárcel y recibir palizas en el Sebin del Helicoide por expresar mi opinión; constatar que no hay medicinas pero sí narcotraficantes enchufados en el gobierno y encontrar que un pimentón cuesta ochenta bolívares. Son hechos y situaciones que superan a los ilusorios monstruos del mal que me acechan desde las pantallas disolviéndose en vómitos gelatinosos y a los zombies que clavan los dientes en los cuerpos de sus víctimas como si fueran goleadores uruguayos. Y lo peor: ver a los jerarcas del chavismo aparecer en televisión vistiendo unas patrióticas banderas convertidas en espantosas chaquetas mientras pasa a sus espaldas un pájaro enorme con la cara de Hugo Chávez, el verdadero culpable de la desintegración del país, piando: “¡A la batalla! ¡A la batalla!”

Mejores directoras en activo

El cine de directoras, como en este top 10 lo tratamos, no es solamente el que posee el mérito de tener a una mujer detrás de la cámara, sino el que propone una visión femenina sobre el mundo, que refresca una muy arraigada ima - ENFILME.COM

Hace menos de un año, en una entrevista que le realizamos al director francés, Leos Carax (Holy Motors, 2012, un muy amigo de Claire Denis, por cierto) afirmaba que “el cine es un hombre, una máquina y el rostro de una mujer”. Después explicaba que aunque ahora hay mujeres haciendo cine, cuando él comenzó su carrera, no estaban ahí. Claro que estaba generalizando más que dando una cátedra sobre historia de género en el cine; el contexto de nuestra plática no daba para que mencionara a Alice Guy-Blaché, por decir algo, la francesa de madre chilena que es considerada como la primera directora cinematográfica, que realizó más de 700 películas, entre ellas, una de las primeras ficciones narrativas, La Fée Aux Choux (1896), que muestra a un hada sacando niños de coles gigantes.

El cine de directoras, como en este top 10 lo tratamos, no es solamente el que posee el mérito de tener a una mujer detrás de la cámara, sino el que propone una visión femenina sobre el mundo, que refresca una muy arraigada imaginería preponderantemente masculina, dotando de nuevos significados al paisaje, la naturaleza, el poder, la educación, la historia sentimental, el amor, el deseo, el sexo, la privacidad, la guerra, el hombre y, claro, la mujer misma. Mucho han luchado hombres y mujeres para que las mujeres dejen de ser objetivizadas y sean entendidas en su justa complejidad. El grueso de la producción cinematográfica, sobre todo la de blockbuster, el starsystem de Hollywood, sigue actuando en sentido contrario a esta liberación, imponiendo paradigmas de comportamiento, de imagen, más que cuestionando y proponiendo viejas y nuevas visiones. Las directoras que proponemos como ‘mejores’ en esta lista, cumplen con el requisito de estar activas actualmente. Congratulémonos por cada una de las que nombramos abajo (y por las que se quedaron fuera de la lista), que han filmado contracorriente no por la moda de estar en contra, sino por la necesidad de manifestarse tal y como su más profundo ser les dicta, y por hacerse respetar y reconocer por su talento y trabajo. 
Colofón: el espacio de esta sección solo nos permite incluir a 10 directoras; decidimos añadir a Joanna Hogg como extra porque nunca se ha exhibido su cine en México. Al menos a través de una mención, incluimos a Isabel Coixet, quien también aparece en nuestra infografía donde pueden consultar datos de edad, origen y número de filmes de cada una de las mujeres que integran esta lista.

Kelly Reichardt 
Desde su primer largometraje, River of Grass (1994), filmado en Florida –con sus autopistas desiertas y frondosos campos pantanosos–, Kelly Reichardt dejó muy en claro la importancia de los paisajes que habitan sus personajes. Éstos tratan escapar de sus lugares de origen, y constantemente se plantean ¿qué es lo que sigue? Las montañas de Oregón en Old Joy (2006), donde dos amigos abandonan la ciudad para adentrarse al bosque; no importan las distancias, el eco de sus vidas presentes y obligaciones los persigue constantemente. Misma situación que le ocurre a la protagonista de Wendy y Lucy (2008) quien desea llegar a Alaska para tener un empleo mejor pagado, pero debe enfrentarse al averío de su auto, su mascota perdida y la cárcel. Precariedad y desesperación son las respuestas que encuentran los personajes en medio de los bosques; hartos de ello, los ambientalistas de Night Moves (2013) deciden atentar contra una represa. El cine de Reichardt comprende un largo proceso para encontrar las locaciones adecuadas para las historias; los paisajes juegan un rol activo en la narración vinculando la geografía y la naturaleza con geografías psicológicas. Su estilo es práctico, minimalista, a veces retraído; ello obedece a una necesidad de no llenar de artilugios a sus personajes, pero tampoco mostrarlos como caricaturas, sino como seres humanos en constantes predicamentos.  

Kathryn Bigelow 
Hija de una bibliotecaria y del dueño de una galería de arte, Kathryn Bigelow fue educada en un ambiente privilegiado, de buen gusto. En Universidad de Columbia, Milos Forman le impartió lecciones sobre crítica cinematográfica. En sus filmes, Bigelow rompe los esquemas tradicionales en cintas que originalmente podrían ser consideradas de género. Toma estructuras de ciencia ficción, road movies, thrillers y dota a sus personajes de una profundidad mayor a la que se esperaría en este tipo de filmes; además de que transporta emociones complejas a situaciones que podrían parecer más banales o frívolas sin que pierdan su ritmo, ni su tensión. Bajo su mirada contundente (a pesar de su reciente pasión por la cámara en mano), dirigida a personajes y/o situaciones de poder muchas veces armados, cuestiona los motores y las consecuencias en quienes ejercen este poder: todos ciudadanos del país más poderoso del mundo, Estados Unidos. Se aleja de los juicios y, en sus dos más controvertidos filmes, The Hurt Locker y Zero Dark Thirty, renuncia a ponerse en los zapatos de las víctimas, lo que ha ocasionado que se le valore con suspicacia. En 2009, con su cinta The Hurt Locker, obtuvo el premio BAFTA a Mejor Película y Mejor Director, además de que se convirtió en la primera mujer en obtener el Oscar en estas categorías.
Margarethe von Trotta 
El feminismo y la política no van necesariamente unidos en la obra fílmica de Margarethe von Trotta –una de las figuras más destacadas del llamado nuevo cine alemán–, pero son dos coordenadas que se encuentran siempre presentes en las películas que realiza. Una filmografía larga y densa que ha ido configurándola poco a poco, pero con evidente seguridad, como una de las cineastas que con mayor claridad de visión se comprometen con la figura femenina y la historia de su país. Von Trotta, la que fuera musa de Fassbinder, expareja de Volker Schlöndorf, ha centrado sus filmes en mujeres fuertes. Ahí está su Rosa Luxemburgo (1986), cinta que inauguró la trilogía dedicada al Holocausto en Alemania; seguida de Rosenstrasse (2003), homenaje a las mujeres germanas que en 1943 opusieron resistencia para evitar que sus esposos judíos fueran enviados a los campos de concentración. Vision (2009), sobre la monja, y música y visionaria (experimentaba visiones) Hildegard von Bingen, y recientemente Hannah Arendt, con la que cerró una trilogía sobre el Holocausto –en una lucha titánica contra la omisión y a favor de la memoria. 

Sally Potter 
Sally Potter dejó la escuela a los 16 años para ser cineasta, y fue hasta los 34 años que hizo su primer largometraje, Thriller (1979). Con el segundo, Orlando (1992), basado en la novela homónima de Virginia Woolf, acaparó la atención del público y la crítica –un filme en el que dio una lección de buen gusto pictórico y de entrega a la composición minuciosa, casi miniaturista, de un retrato fílmico del héroe-heroína que vive a lo largo de los siglos mutando de sexo. Hay en el trabajo de Potter un claro interés por explorar el universo femenino –sus diversos roles a través de la rebeldía–, con un cine experimental y estetizante en todas sus formas posibles: la fotografía, la música, la puesta en escena, el lenguaje. Su firma también está detrás de títulos como Rage (2009), un filme rodado y concebido en su totalidad para formato móvil; Yes (2005), cinta transgresiva en cuanto a discurso visual y los diálogos en pentámetro yámbico (la métrica de Shakespeare), o The Tango Lesson (1997), una cinta protagonizada por ella misma en la que narra su experiencia íntima como bailarina de tango, una arriesgada mezcla de realidad y ficción, pues la relación con su profesor se va convirtiendo en metáfora: las lecciones de baile son a la vez lecciones de vida y de pasión para esa mujer en apariencia fría, pero realmente borracha de ritmo.

Lucrecia Martel 
Cuando Lucrecia Martel era adolescente, su padre compró una cámara digital de la que ella se apropiaría. Desde entonces, haría a la familia (empezando por la suya) el foco principal de su trabajo. Con grabaciones caseras, comenzaba su entrenamiento como directora, aprendizaje que jamás formalizaría en un aula, pues la inestable situación política argentina truncó esta posibilidad con una crisis más de tantas. En cambio, su espíritu revolucionario y científico la obligó a estudiar cine exhaustivamente por sus propios medios. Pronto filmaría “Rey muerto”, su primer cortometraje, que integró la compilación de diversos autores, “Historias breves”, con la que inició el movimiento del Nuevo Cine Argentino (1995). Martel jamás ha dejado de estar en el vórtice de la creación. Desde su ópera prima, La ciénaga (2001), pasando por La niña santa (2004) y La mujer sin cabeza (2008) sus tres largometrajes han sido reconocidos en los festivales más importantes del mundo. En ambientes de una reclusión cercana a la putrefacción, donde personas de distintas edades y sexos, de relaciones no del todo claras para el espectador, se mezclan con sus cuerpos, sus deseos, sus historias que oscilan entre la fantasía, el horror, el mito y el chisme, crea un espacio húmedo, rico, mucho más nutritivo que el que proponía el realismo mágico (primo político de su estilo), como una selva en la que el misterio y la necesidad de descubrir, motivan el origen y la perpetuación de la vida, y la alteración de su artificioso orden a través del arte.

Lynne Ramsay 
Como suele suceder con los grandes directores, el debut de la escocesa, Lynne Ramsay, marcó parte de su destino en el cine. Su primer cortometraje, Small Deaths (1996), la inició en el éxito (ganó en Cannes el Premio del Jurado) y cimentó su obra sobre la muerte, la literal y la metafórica: la orgánica (de los cercanos) que nos obliga a replantearnos (aún sin saberlo) nuestra existencia física y emocional, reconfigurando la manera en la que percibimos nuestra realidad; y la de la pérdida de la inocencia, que nos inicia miedosos en el mundo de las responsabilidades y las libertades. Desde su primer largometraje, Ratcatcher (1999) –sobre un niño que es testigo silencioso del ahogamiento de un amigo–, dejó claro que su intención a través del cine no era reconfortar al espectador, sino –casi– subyugarlo, aterrorizarlo, obligarlo a mirar la peste, la tristeza, la pobreza, a través de imágenes oníricas. Su acercamiento a la parte social, la convirtió en heredera de Loach. Y su habilidad para evocar texturas, sonidos, olores, sentimientos, de invocar una ternura no ciega incluso por asesinos (algunos más desalmados que otros, como el caso del niño de We Need to Talk About Kevin), la han hecho única e imprescindible para comprender la sensibilidad de ciertas partes de la sociedad que requieren del fracaso para tener momentos únicos y luminosos.

Agnès Varda 
Agnès Varda ha hecho películas desde hace más de 50 años. Ha construido su obra sobre el perfecto entramado creado a partir de intercalar elementos del documental con el desarrollo de narrativas realistas. Desde 1954, al convertirse en una directora en Francia, Agnès tuvo que, simplemente, rodar películas y nunca mirar hacia atrás. Prácticamente ella era la única mujer en la Nouvelle Vague, movimiento que cambió el mundo cinematográfico en la década de los cincuenta y que aún empuja el cine con su oleaje. Entre apellidos pesados como GodardTruffautChabrolResnais; Agnés –la cineasta, la fotógrafa– Varda –el auteur–, se hizo de un lugar en la cinematografía mundial, gracias a su sensible trasgresión de los límites creativos, que colocó su trabajo en territorios artísticos  donde  la imagen en movimiento (el cine), la imagen fija (la fotografía) y la instalación, convivían sin fronteras pese a que, como ella afirma, había visto sólo una media docena de cintas en su vida antes de hacer su primer filme. Agnès Varda se ha mantenido inmune a las tentaciones de las grandes producciones, definiendo su método de hacer cine como “cinécriture”, palabra que une los vocablos franceses para cine y escritura. Así, desde su ópera prima, La pointe courte (1955) hasta Les demoiselles ont eu 25 (1993), homenaje a su difunto esposo y colega, Jacques Demy, pasando por su consistente veta como documentalista: Daguerréotypes (1975), Cinévardaphoto (2004), Los espigadores (2000) o su autodocumental, Les plages d'Agnès (2008) cinta imprescindible por sus valores visuales, de montaje y, sobre todo, por la autorreflexión que como persona y personaje hace la cineasta-, en todos estos trabajos, Vardá utiliza la cámara como pluma y después borra, corrige, edita para “escribir” historias enfocadas en la construcción de la memoria, en la mirada de la belleza que no sólo nos rodea, sino que también habita en nosotros o, simplemente, en la contingencia de la vida; todas en un lenguaje, el cinematográfico. 
Claire Denis 
Sus filmes muestran historias marcadas por temáticas vinculadas a la migración y la confrontación cultural. Lo racial y lo social, el género y el poder son los temas recurrentes que se inscriben en una sociedad violenta enmarcada por el colonialismo cultural y económico (Chocolat, 1988; No Fear No Die, 1990). El cuerpo masculino es el  epicentro de estos choques, pero no sólo la carga violenta, sino también el erotismo habita en él (como los rituales militares y entrenamientos de Beau Travail, 1999). Gran parte de su niñez la vivió en las colonias francesas de África, y a su regreso a París, se encontró con un lugar desconocido. Esto contribuyó a identificarse con los inmigrantes africanos y decidió retratarlos. Pero no sólo los exhibe, sino que muestra la perspectiva de estos extraños, evitando escrupulosamente el exotismo y la “fetichización” de las personas de raza negra; el enfoque hacia ellos tiene que ver con una postura de identificación mostrada con un estilo visual casi táctil y sensual.
LFG (@luisfer_crimi)

Jane Campion 
De niña, Jane Campion llevaba a todas partes su libro Cumbres borrascosas; la novela de Emily Brontë era su biblia. Y aunque en sus inicios coqueteó con la posibilidad de hacer películas pornográficas para mujeres, pronto se le fue esa idea de la cabeza y recordó su pasión por la literatura inglesa y por los poetas del Romanticismo. La neozelandesa prefirió crear filmes que retratan la vida de heroínas resistentes y marginadas, así como los peligros del deseo. Adolescentes curiosas por besarse en A Girl’s Own Story (1984), una escritora encerrada en una institución para enfermos mentales en An Angel at My Table (1990), una joven con problemas emocionales en Sweetie (1989), el descubrimiento erótico en The Piano (1993) y la intensa relación amorosa entre el poeta John Keats y Fanny Bawne en Bright Star (2009). Jane Campion es la única mujer que ha ganado la Palma de Oro del Festival de Cannes (haciendo a un lado a Léa Seydoux y Adèle Exarchopolus, que recibieron una presea por su mérito como artistas en La vie d’Adele) el premio lo obtuvo en 1993, mismo año en que murió su primer hijo que sólo tenía 12 días de edad. Experiencias dolorosas que han ayudado a dar forma a su carrera y la convirtieron en la mujer que es hoy.

Samira Makhmalbaf 
El haber dirigido su primer largometraje a los 18 años, Sib (The Apple), recolectando premios en festivales importantes de Europa como Locarno, sería razón suficiente para considerar la entrada de Samira Makhmalbaf a esta lista. Que su segundo filme, el formidable Takhté Siah (Blackboards, 2000) lo haya realizado a los 20, fuera nominado a la Palma de Oro en Cannes y le mereciera el codiciado Premio del Jurado, la convirtió en una niña más exitosa que la gran mayoría de las mujeres que desempeñan su mismo oficio. At  Five in the Afternoon (2003) fue igualmente nominada a la Palma de Oro y ganó el Premio del Jurado, de nuevo. Sí, es cierto que es hija de Mohsen Makhmalbaf, la máxima figura del cine en Irán, y que la esposa de él, Marziyeh Meshkini (hermana de su madre, quien murió en un accidente), también es una distintiva directora (que, por cierto, debutó después de Samira); pero cuando mucho se le debe culpar por heredar tanto talento. Y es imposible subestimar que, eso, se trata de una mujer (entonces una niña) y, además, iraní. Y, sin embargo, lo verdaderamente significativo es su trabajo, lo que vemos en pantalla. Su prodigiosa capacidad para involucrarse con las causas más perdidas de las muchas que se ven alrededor de la geografía que ella habita (no sólo en Irán, también en Afganistán, mostrando  la devastación provocada por el poder Talibán, por ejemplo) y darles cauce a través de historia que fusionan de forma delicada y, en ocasiones, también indiscriminada, el realismo más polvoriento y llano con un lirismo iluminado, rico en metáforas visuales y narrativas, la hacen única (pese a que su hermana menor, Hana, también dirige). La secuencia en Takhté Siah (Blackboards) de los profesores emigrando de un pueblo a otro en busca de alumnos, cargando por sinuosos caminos montañosos sus enormes borradores en la espalda (a la Pípila), para protegerse de los disparos aéreos, en una guerra que ni siquiera entienden, es una de las más conmovedoras que se han filmado en los últimos quince años. Insensato reprocharle que desde el 2008 no haya concebido ningún proyecto. El recrudecimiento de las políticas más represivas contra la libertad de acción y creación del régimen teocrático totalitario iraní, algo explica al respecto.



+1) Joanna Hogg

La obsesión que tiene la cultura británica con la estratificación social ha hecho que, desde fuera, en buena medida su cine pueda ser dividido en dos vertientes: el que se interesa por retratar una refinada y acartonada aristocracia, y el que se interesa por plantear las dificultades de vida de una cautivadora clase trabajadora. Por eso, en parte, ha llamado tanto la atención la propuesta de Joanna Hogg. Ella misma dice que presenta a la clase media acomodada, cuyas vicisitudes no se han visto mucho en el cine, porque es el mundo que conoce. El hacerlo la ha convertido en una figura controversial en su patria, no sólo por presentar, dicen, las aburridas vidas de los burgueses. También porque su estilo les es ajeno. Su ojo parece tener una educación más europea y sus largas tomas, exiguos diálogos y economía de recursos la adeudan más con Bresson que con Powell y Pressburger. Con Leigh yLoach sólo comparte el interés por indagar con seriedad los conflictos internos de seres atribulados, aunque las razones sean distintas. No siempre tiene que ser el dinero (la falta de él) la causa toral de las preocupaciones humanas. En ocasiones basta con no sentirnos cómodos con el ser que habitamos y la gente más cercana que nos rodea. Joanna inició su carrera haciendo videos experimentales, luego televisión y videos musicales. Ha dirigido tres largometrajes (Unrelated, Archipelago Exhibition) que le han ganado el respeto de la crítica, múltiples premios británicos y la atención de la cinefilia europea. Su más reciente trabajo, Exhibition (2013), incorpora la arquitectura como personaje del filme, y otorga al sonido equidad de relevancia respecto a la imagen. Poco se conoce fuera de la Gran Bretaña, pero actualmente ninguna propuesta (ni siquiera femenina) se asemeja con el cine que Joanna Hogg plantea.