La época de mayor esplendor del cine venezolano, hasta la actualidad, es la de los años del Fondo de Fomento Cinematográfico. Foncine fue una asociación del Estado, el sector privado y los gremios creada en 1981, a través de la cual los exhibidores acordaron hacer una contribución de 6,66% de lo recaudado por taquilla para el financiamiento de la producción de películas y otras actividades relacionadas con el desarrollo del cine. Se trataba de un pago establecido en contratos que los empresarios suscribían voluntariamente, pero era exigido por el Gobierno para autorizar aumentos del precio de las entradas, que estaba controlado, y para la apertura de salas. También el Estado aportaba al fondo.
Los aportes de Foncine a las películas comprendían créditos y subsidios. Entre los segundos se destacaban los incentivos a la calidad. Los filmes considerados de alto valor artístico y cultural podían recibir una subvención de hasta 100% de la diferencia entre el costo y los ingresos. El subsidio podía llegar a 70% del déficit, en el caso de otros filmes de similares características, y a 40%, respectivamente, para las películas consideradas de valor como entretenimiento. Pero también se estableció un incentivo adicional, asignado sobre la base de los ingresos obtenidos por taquilla. De esa manera, las películas que mayor cantidad de dinero recaudaban recibían todavía más, por la vía del subsidio del fondo.
El Ejecutivo promulgó, además, unas normas de comercialización que fijaban la cuota de distribución y exhibición del cine nacional. También las condiciones para su estreno y permanencia en cartelera, y la manera como debían ser repartidos los ingresos entre el exhibidor, el distribuidor y el productor. Esas normas y Foncine dotaron al cine venezolano de las bases institucionales mínimas para tener una producción continua, y para lograr su exhibición en condiciones de justicia, según Jacobo Penzo. Entre 1984 y 1988 hubo de 11 a 16 estrenos venezolanos cada año, y el cambio que ocurrió fue también cualitativo.
Si el Nuevo Cine Venezolano podía sobrevivir si era competitivo y ganaba el apoyo de los funcionarios que daban los créditos del Gobierno, con Foncine se trataba de convencer de la calidad de las películas a las comisiones que otorgaban los créditos y las subvenciones que protegían a los realizadores de las pérdidas. Eso produjo filmes como Oriana, una coproducción con Francia por la que Fina Torres ganó la Cámara de Oro en Cannes de 1985, y para las secciones paralelas del mismo festival fueron escogidas Caballo salvaje de Joaquín Cortés en 1983 y La casa de agua de Jacobo Penzo en 1984, además de varias películas del movimiento de realizadores de Super 8, las cuales merecen una nota aparte.
De los tiempos de Foncine fueron también La boda (1982) de Thaelman Urgelles, que ganó el Segundo Premio Coral en La Habana y estuvo en Locarno; Pequeña revancha(1985) de Olegario Barrera, Premio Especial del Jurado en La Habana, y Jericó (1991) de Luis Alberto Lamata, Gran Premio Coral en el mismo festival, entre otros filmes destacados. En 1987 fueron presentadas siete películas venezolanas en el Forum del Festival de Berlín. El cine nacional nunca había tenido ni ha vuelto a tener una presencia similar en festivales como esos.
La respuesta del público al cine venezolano de los años de Foncine se tradujo en récords de asistencia que se mantuvieron hasta 2014: el de más entradas vendidas para una película venezolana, establecido por Homicidio culposo (1984) de César Bolívar con 1.335.337, y el de más boletos para ver cine venezolano en un año: 4.119.393 en 1986. El año anterior hubo 6 películas venezolanas entre las 10 más taquilleras en el Área Metropolitana de Caracas.
Pero Foncine, tal como fue concebido originalmente, duró poco. Alfredo Roffé atribuye los primeros cambios al triunfo de los cineastas de una “corriente industrialista” sobre la tendencia “culturalista”. Se dieron además en el período presidencial de Jaime Lusinchi, de Acción Democrática, después del fin del gobierno de Luis Herrera Campins, de Copei, cuya administración creó el fondo.
En 1986 una reforma de estatutos eliminó de facto los incentivos a la calidad mientras que conservó los que se otorgaban a los filmes más taquilleros. Eso permitió que películas que recaudaban más de 6 millones de bolívares recibieran del Estado más de 3 millones de bolívares, según Roffé. Además, las decisiones tomadas por las comisiones pasaron a ser simples recomendaciones al directorio.
También la crisis económica, que llevó a la devaluación del bolívar y el establecimiento del control de cambios en 1983, afectó al cine nacional. El costo promedio de las películas subió de 1,6 millones de bolívares en 1982 a 2,5 millones de bolívares al año siguiente, por la inflación; llegó a 5 millones de bolívares en 1986 y siguió ascendiendo hasta 7,5 millones de bolívares en 1988, según Roffé. Los créditos, en cambio, aumentaron en promedio de 1 millón a 2 millones de bolívares, por lo que pasaron a cubrir de 62,5% a 26,7% del costo.
Otra crisis que acabó por hacer inoperativo al fondo fue la que creó la liberación del precio de las entradas, como parte de las políticas económicas del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, que llegó al poder en 1989. La medida significó el fin de los aportes de los exhibidores a Foncine, puesto que la autorización de los aumentos era la medida de presión para hacerles pagar. Fue especialmente grave en ese momento porque el fondo había llegado a depender en 77% del dinero aportado por el sector privado en 1988, de acuerdo con Roffé.
De nada sirvieron las gestiones que hizo Foncine para cobrar lo que le adeudaban los exhibidores por los contratos suscritos, acudiendo incluso a los tribunales. En 1990 hubo un regreso a la situación que existía antes: Corpoindustria volvió a otorgar créditos para hacer películas, como por primera vez lo hizo en 1975. A partir del año siguiente los recursos del fondo vinieron del presupuesto nacional.
El desenlace de la crisis fue la aprobación en 1993 de la Ley de Cine, en la que se descartó el establecimiento de un impuesto a la exhibición que dotara al CNAC de recursos para financiar las películas, tal como existe en la ley actual. La disponibilidad de fondos pasó a depender de los ingresos del Estado y de la voluntad política del Congreso, como ocurre con todas las partidas del presupuesto y con los créditos adicionales. Pero eso será tema de otro artículo
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