A 20 años de su muerte, David Suárez (Puerto La Cruz, 3 de agosto de 1955-Caracas, 1° de Agosto de 1995) sigue siendo el más prolífico guionista del cine venezolano, con nueve películas de las más recordadas y premiadas.
Fue director de programación de la Cinemateca Nacional, profesor de cine y semiótica en prestigiosas instituciones educativas del país. Fue sociólogo, abogado y crítico de cine.
Su trabajo como guionista nos dejó De mujer a mujer de Mauricio Walerstein (1986), La oveja negra de Román Chalbaud (1987), Con el corazón en la mano de Mauricio Walerstein (1988), Cuchillos de fuego de Román Chalbaud (1990), Disparen a matar de Carlos Azpúrua (1991), Móvil pasional de Mauricio Walerstein (1994), Sicario de José Novoa (1994), Pandemónium de Román Chalbaud (1997) y Antes de morir de Pablo de la Barra (1999).
Ganó numerosos premios nacionales e internacionales, entre ellos el de mejor guión del Festival de Cine de La Habana por la película Sicario, el cual rechazó por razones ideológicas; el premio al mejor guión por Disparen a matar en el festival de Gramado, y el premio Imafic por el guion de Cuchillos de fuego, entre otros.
Sobre su trabajo Rodolfo Izaguirre diría: “David Suárez es importante para el cine nacional ya que es el primer guionista de cine que nace en el cine… hasta el momento todos los guionistas venían del teatro o de la literatura… y David es el primero que piensa no con ideas sino que piensa con imágenes”.
El carácter de David Suárez se reflejaba en la pantalla: fuerte, violento, apasionado, extrovertido y profundamente humano. Dueño de una sensibilidad gigantesca, su cine estaba del lado de los pequeños seres, los marginados, los excluidos, las prostitutas, los malandros, los perdedores.
Sus historias son la poética de la pobreza y la miseria. David decía: “Por ese tipo de pasión que sientes los marginales los problemas se resuelven si es precioso con el crimen y no en el sillón de un psiquiatra, a la manera burguesa”.
Los personajes escritos por David Suárez son sujetos que viven al margen de la ley o desafiándola. Tienen sus propias reglas éticas, siempre enfrentadas a la moral burguesa. Actúan movidos por las grandes pasiones, reaccionan de forma violenta ante la marginación social. Son personajes valientes, desafiantes y avasallantes. Un ejemplo de ello: cuando en Móvil pasional el policía (Orlando Urdaneta) le dice a su compañero: “¿Tu amas a tu mujer?, ¿has tenido ganas de matarla? … si no has tenido ganas de matarla, es que no la amas”.
Otro de los rasgos de los guiones de David Suárez es su profundo conocimiento de la forma de vida del barrio pobre caraqueño y de la pobreza en Venezuela. Escribiendo sobre esos ambientes se sentía un pez en el agua ya que, por la condición socioeconómica de su familia, desde niño vivió en lugares pobres y era un hijo de la clase trabajadora. Conocía bien el barrio, la pobreza, sabía lo que es, lo que se siente, y lo plasmó con potencia y rabia en pantalla.
David Suárez escribió muchas veces sobre el difícil oficio de ser guionista en Venezuela, al punto de que en las planillas burocráticas, cuando se requería colocará su profesión, colocaba: trapecista. Esto por lo complejo del oficio y porque, según él, el guionista tiene en común con el de trapecista que “te elevas a las alturas, desafiando todas las reglas de la prudencia y los prejuicios sociales”. Sobre ser guionista, expresaría: “Un guionistas de cine es un escritor bastardo”.
El talento de David Suárez aportó algunos de los mejores personajes del cine nacional. Los más recordados son La Nigua (Eva Blanco) de La oveja negra; Mercedes (Amalia Pérez Díaz) y el policía metropolitano (Daniel Alvarado) de Disparen a matar; Jairo (Laureano Olivares) de Sicario, y el asesino de Cuchillos de fuego (Javier Zapata).
También escribió escenas memorables y momentos inolvidables: Evelio cruzando en una moto en caballito a toda velocidad los túneles de La Planicie (La oveja negra); la perra bañándose bajo un grifo en plena calle, en medio de una fiesta colectiva, cuando llega el agua al barrio (Pandemónium); de noche, en un descampado de un barrio, Jairo mira a Caracas, se pone de pie y descarga con furia su 9 mm apuntando hacia ella: “Yo a esta ciudad lo que le tengo es rabia” (Sicario).
Sus películas son parte de nuestra cultura, el reflejo de nuestro país, donde la vida se hace arte y el arte se escribe fotograma a fotograma
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